COMENTARIOS DE LOS PANELISTAS
Magaly Espinosa: Es absolutamente necesario que la política pública aborde la opción de la desalinización y el reúso de agua. Hasta ahora, la desalinización ha respondido a iniciativas privadas y su capacidad de absorber los costos; hay que cambiar este paradigma y pasar a soluciones coordinadas que, entre otros asuntos estratégicos, genere zonificación y ordenamiento del borde costero.
Existen barreras de entrada para plantas mayores por los altos costos. Entonces, hay que producir incentivos para estas plantas, y una manera es considerarlas como una obra pública. Por otra parte, es necesario modificar el marco regulatorio de las plantas actuales para que puedan proveer el agua para distintos usos (consumo residencial, agricultura, minería, etc.) lo que hoy es una limitación por el destino exclusivo del recurso; también, se hace necesario cambiar el modelo de cálculos de las tarifas, y llegar así a un mejor esquema de oferta y demanda del agua.
El modelo de concesiones es ciertamente una opción válida para nuevas plantas, especialmente por el aspecto de financiamiento y de multiusuarios del recurso, aunque también es posible pensar en empresas públicas en presencia de un nuevo marco regulatorio. En todo caso, es necesario considerar subsidios a la oferta, ya sea en la inversión y/o en la operación, y a la demanda vía tarifas adecuadas que puedan ser absorbidas por los clientes residenciales y de actividades productivas.
Diego Pini: Respecto de ventajas y posibles dificultades de una alternativa de concesiones para plantas desaladoras, me parece que en general no se diferencian especialmente sobre las concesiones en cualquier obra de infraestructura. De partida, la ventaja de las concesiones tiene que ver con los recursos financieros provistos por los privados, aun cuando requieran de subsidios para la construcción y la operación; igualmente el proyecto de concesiones saldría menos costoso que la alternativa cien por ciento pública.
Otras ventajas del modelo de concesiones radican en un diseño y construcción más eficientes y por el tema de seguros donde existen incentivos para volver a poner en pie rápidamente obras que hayan sufrido daños importantes, por ejemplo, ante fenómenos naturales. En ambos casos existen incentivos financieros para la empresa concesionaria. Las dificultades de las concesiones radican en la distribución adecuada de riesgos de demanda donde, de nuevo, hay que considerar subsidios. Nos parece una muy buena señal la concesión de las dos plantas desaladoras, y por cierto tenemos esperanzas e interés en este proceso.
Lionel Quezada: El modelo de concesiones me parece una alternativa válida para la construcción y operación de plantas desaladoras, aunque no la única. Sabemos que las plantas actuales proveen de agua a un solo usuario/cliente. Las plantas concesionadas podrían avanzar a una operación multipropósito/multiusuario, ampliando las opciones posibles; la vía concesionada, entre otras ventajas, permitiría agregar demanda -de usuarios potenciales que no pueden disponer de una planta individual- y aprovechar economías de escala. Como se ha destacado, habría que hacer ajustes en el marco regulatorio, superar la ?permisología? y establecer un adecuado balance sobre quien asume los riesgos de demanda en la operación de las plantas.
Entre nuestros objetivos está el aportar a la generación de una política pública y sus marcos normativos para el mejor desarrollo de plantas desaladoras que operen bajo un marco sustentable. Por cierto, se necesita un modelo de negocios claro en tanto las plantas enfrentarían clientes diferenciados con distintas capacidades de pago.
Enrique Cruzat: Tenemos en construcción una planta desaladora en la Quinta Región, el proyecto Aconcagua. Es una planta sin autoconsumo y la primera multipropósito en Chile, con clientes también en la Región Metropolitana y que estará entregando servicios en noviembre de 2024; somos Patria Investment, un fondo de inversión que buscamos oportunidades en América Latina y en proyectos de este tipo. Creo que es importante destacar que la institucionalidad en el país permite el desarrollo de estas iniciativas y así lo demuestran los proyectos de gran escala que ya existen, aun cuando debieran mejorarse los distintos trámites involucrados; en la etapa de construcción tuvimos que tramitar más de 700 permisos sectoriales, además de los permisos iniciales generales.
En todo caso, nuestra experiencia puede servir para el diseño de una política pública sobre desalinización. En el tema del agua y el estrés hídrico, como en otros tantos, se trata de romper los cuellos de botella de oferta y demanda y el desafío es resolverlos con una infraestructura segura, permanente y sustentable. La institucionalidad y el Estado, o el mercado, muchas veces no lo pueden hacer.