PRESENTACIÓN
Nuestro país ha vivido una situación de estrés hídrico extremo durante 15 años, manifestándose de forma más intensa en los últimos 5. Las fuertes lluvias del último año parecen ser una excepción y no nos deberían hacer pensar que el problema se resolvió. Por el contrario, deben hacernos ver que la alta variabilidad en las precipitaciones, considerando períodos de disminuciones extremas y otros de altas concentraciones en cortos espacios de tiempo, son un desafío para los distintos usos que tenemos del agua ?consumo humano, agricultura, minería e industria? y la necesidad de poder abastecer a cada uno de ellos año a año, independientemente de las precipitaciones que se generen. Por ello, las nuevas fuentes que permitan dar seguridad hídrica resultan un elemento fundamental para garantizar el abastecimiento bajo distintas condiciones climáticas.
En la actualidad, la demanda total de agua para los distintos usos es cercana a 650 m3/s a nivel nacional, con un 72% para la agricultura, un 12% para el consumo humano, un 7% para la industria y un 4 % para la minería (el 5% restante está asociado al sector pecuario y al uso consuntivo en generación eléctrica) . Sin embargo, aunque estos datos reflejan la demanda actual a nivel nacional, no son buenos referentes para definir políticas y soluciones que den los lineamientos para abordar el problema de la escasez. Las condiciones geográficas, de disponibilidad hídrica, de requerimientos de cada región y cuencas son muy distintas; en consecuencia, las soluciones para cada una podrían ser diferentes.
Así mismo, es importante asumir que existe bastante incertidumbre de cómo se comportarán las precipitaciones cada año. Aunque todos los modelos coinciden en que las lluvias seguirán disminuyendo, no es posible determinar con precisión la velocidad y magnitud de estos cambios; por lo que se deben tomar decisiones de inversiones en infraestructura para la generación de nuevas fuentes de agua bajo condiciones de incertidumbre, teniendo presente y entendiendo que los posibles futuros escenarios pueden ser muy variables. De esta forma se deben consensuar los riesgos que se toman al invertir o no en infraestructura bajo los distintos escenarios. Si invertimos y llueve, tendremos infraestructura ociosa; por el contrario, si no invertimos y no llueve la escasez de agua será crítica. La decisión no es fácil, y la pregunta de fondo debería ser ¿cuál de esos dos escenarios es el más perjudicial para el país?
Otro elemento importante es que, para estas decisiones, no se debe considerar solo los requerimientos de agua para la demanda actual, sino que también el modelo de desarrollo país que nos gustaría tener ¿Queremos ser una potencia agroalimentaria o forestal y aumentar nuestras superficies cultivables? ¿Queremos ser líderes en hidrógeno verde? ¿Queremos seguir impulsando nuestra minería? ¿Queremos estimular el turismo y así aprovechar el potencial natural de nuestro territorio? Hacia el futuro se proyecta que la demanda de agua siga creciendo. En este sentido estudios de la Dirección General de Aguas (DGA, 2017) proyectan un aumento de 4,5% en la demanda consuntiva al 2030, y de 9,7% al 2040. De las respuestas a esas preguntas surgirán los requerimientos de nuevas fuentes para poder abastecer de agua a esas necesidades.
La infraestructura tiene un rol fundamental en los desafíos hídricos, siendo un elemento básico para la gestión del agua a nivel local, de cuenca e incluso nacional, pues sin una infraestructura adecuada es imposible acumular, trasladar y distribuir agua. Las soluciones que tradicionalmente se han aplicado siguen estando plenamente vigentes, y se ven complementadas con nuevos procedimientos que generan otras interacciones, lo que permite ampliar el abanico de herramientas para enfrentar los desafíos hídricos.
Los embalses constituyen una de las más antiguas y tradicionales obras de infraestructura, y en Chile todavía se ve un amplio espacio para obras de esta naturaleza. Desde la década de 1930, con el embalse Huechún (Tiltil), hasta el embalse Chironta (cuenca río Lluta), inaugurado en 2023, son 30 las obras de acumulación de importancia para una cuenca que han sido construidas en nuestro país. Sin embargo, por diversos factores, cada vez nos toma más tiempo terminarlas. Así, entre los años comprendidos entre 1930 y 1975 se finalizó un embalse cada 2, 3 años; no obstante, entre 1975 y 2023 se finalizó un embalse cada 4, 3 años. Más aún, proyectando hasta 2030 difícilmente terminaremos un nuevo embalse.
Siendo los embalses obras probadas y conocidas, el desafío es ajustarlas a la hidrología actual de cada cuenca, diseñar nuevos embalses para un uso interanual, tal como están siendo utilizados hoy los embalses de Coquimbo y el de El Yeso, por nombrar algunos que están siendo capaces de prestar servicio por períodos mayores a los que se consideraron al momento de su diseño. También es fundamental pensar en estos como obras de uso múltiple, pudiendo aportar a la generación eléctrica, al abastecimiento de agua para consumo humano y al uso agrícola. Otro desafío es evaluar la conveniencia de embalses grandes o de redes de embalses medianos.
Junto a los embalses, los canales de conducción tampoco están obsoletos. Si bien en la zona norte y centro del país la mayoría de los valles cuenta con una red de canales capaz de llevar agua desde las fuentes naturales hasta los distintos usuarios, en la zona sur hay una importante carencia de este tipo de infraestructura, lo que lleva al mayor consumo de agua subterránea, a pesar de la abundancia de agua superficial. Esto se debe a que históricamente la disponibilidad de agua y las precipitaciones en la zona centro-sur y sur han sido mayores, por lo que no se requería de infraestructura de conducción; sin embargo, el cambio climático ha modificado esta condición y por lo mismo, hoy se requiere tomar las medidas que permitan transportar el agua dentro de estos territorios.
La mayor expresión de los canales de conducción se da en las obras de trasvase, que permiten llevar agua desde una cuenca excedentaria hacia cuencas deficitarias. En el mundo existen numerosas soluciones de este tipo, con longitudes que llegan a superar los 600 km (Acueducto de California). En Chile hay algunas experiencias menores, pero también hay proyectos mayores que se han presentado y que buscan trasladar aguas desde el sur hacia el norte.
Como se mencionó anteriormente, estas obras tradicionales, están siendo complementadas hoy por nuevas operaciones que permiten acceder a otras fuentes de agua. Para entender cómo las distintas nuevas fuentes pueden ser una alternativa para dar solución a los diversos requerimientos hídricos, se detallan a continuación las características y alcances de las formas de desalinización, de reúso y de infiltración, que fueron definidas como prioritarias.